Luigi Fabbri

Elisée Reclus — Correspondencia

1925

Los dos primeros volúmenes de la “Correspondencia”[1] de Elisée Reclus fueron publicados en 1911 por la connotada casa editorial de Schleicher Bros. (de los que el presente editor del tercer volumen es sucesor); y fue una verdadera pena que la publicación haya tenido que ser interrumpida. Es por eso que saludamos con alegría, como la llegada de un querido amigo, este tercer volumen publicado catorce años más tarde, que completa una obra que nos parece de primordial interés desde el punto de vista histórico, cultural y anarquista.

Trataremos aquí la “Correspondencia” de Elisée Reclus desde el último punto de vista, el que, naturalmente, más nos interesa — aquel del anarquismo. Todos saben que Elisée Reclus, completamente absorbido por sus estudios científicos escribió poco de las teorías anarquistas: un libro, cuatro o cinco folletos, y un número moderado de artículos en periódicos y revistas. Podría tal vez incluirse entre sus escritos anarquistas también sus volúmenes “L'Homm et la Terre” (El Hombre y la Tierra), en los que ha logrado, por así decirlo, en el sentido anarquista, las síntesis histórica y científica, las conclusiones sociológicas de su gran “Geografía Universal”. Pero la objetividad del sabio, en su obra también, deja casi completamente al lector, la tarea de determinar y deducir los principios anarquistas que le dieron forma.

Por el contrario, en la “Correspondencia”, el anarquismo toma precedencia ante los ojos del lector; no del anarquismo fríamente doctrinario y forzosamente elaborado, sino del anarquismo vivo en la acción, vibrante de pasión, sentimiento y entusiasmo. La personalidad mental y moral de Reclus fluye siempre vivaz y palpitante ante nosotros, en la más bella armonía entre pensamiento y acción y en toda su coherencia y dignidad de hombre y militante.

La vida de Elisée Reclus, a medida que la seguimos en el escrutinio de sus cartas, se desarrolla en un curso lógico y progresivo, y en sucesiva elevación mental y espiritual sin variar nunca. Todo su paso por el camino escogido se ha mantenido siempre igual, no era más que el resultado del camino precedente, distinto al de este mundo al ser más brillante, más consciente, y más en compenetración con el ámbito ideal de su vida.

Cuando, a poca edad, le escribió a sus padres con el corazón lleno de esperanza en el futuro, determinado a luchar por sus ideas, impaciente de todo obstáculo, y finalmente, cuando más de medio siglo después, al morir serenamente, y sin embargo feliz de leer los telegramas sobre el éxito de la revolución rusa de aquel año (1905), el supremo ideal de su vida y su apostolado permaneció el mismo —la sucesiva modificación y perfeccionamiento de programas y fórmulas— es decir, el ideal sintetizado en la palabra “anarquismo”, como esfuerzo por el mejoramiento y la auto-elevación, como batalla constante contra toda tiranía política, económica y religiosa, como tendencia a realizar una sociedad concordante de constituyentes libres e iguales, con el trabajo y la ciencia en fraternal armonía y una siempre mayor justicia.

Es obvio a lo largo de sus “Correspondencias”, que Elisée Reclus había comenzado en su propio ser esta revolución y con tal ejemplo nos muestra además que el primer deber de quien quisiera liberar a la sociedad de las tiranías materiales y exteriores es liberarse a sí mismo desde dentro de las tiranías del más bajo egoísmo, de las propias tendencias insalubres hacia la opresión y el parasitismo hereditario de un triste pasado, acercándose al ideal humano deseado y haciéndose a sí mismo un digno y útil combatiente.

La vida de Reclus, como aparece a lo largo de los volúmenes de cartas, —que para nosotros tienen el mismo valor que una autobiografía, y quizás más— podría considerarse la más eficiente “propaganda por el hecho” de los principios anarquistas, en la que su vida, sus actos, su conducta pública y privada, sus palabras estaban todas en armonía con la idea del anarquismo; en todo era constantemente aparente su cuidado por no ponerse en contradicción con sus convicciones libertarias y revolucionarias. Realmente fue capaz de decir con todo derecho que había “vivido su propia vida”, si esta expresión ha de tomarse en su más grande significado de vivir de acuerdo al deber libremente escogido, en el logro cotidiano de la misión voluntariamente elegida.

El leit-motiv de todas estas cartas de Elisée Reclus, aquel que particularmente toca al lector y le mueve, es la inmensa amabilidad que le inspiraba. No, compréndase, la amabilidad inferior e incompleta del resignado, el humilde y el servil. La bondad de Elisée Reclus fue una bondad militante y combatiente, en armas contra el mal, la injusticia, la opresión, contra todo vicio y falsedad. Es por eso que leer la “Correspondencia” no sólo es útil como propaganda de ideas, sino que también tiene una eficiencia revivificante del sentimiento, una alta influencia educativa. En momentos oscuros de desilusión e incertidumbre, “en la cruel hora de los lobos” (como lo denomina Pascoli) en el que la fraternidad humana parece morir tras la tormenta glacial del odio, cuando nuestros corazones parecen ir contra la esperanza y sentimos la necesidad de una fuente de amor de la cual sacar la fuerza de resistencia, abrir las páginas de este volumen de cartas es un gran consuelo moral. La serenidad y afección que emana de ellas nos sirven por igual para conquistar toda desesperación y todo pesimismo.

Sus cartas de erudición, también, reflejando sus viajes geográficos, se leen con un placer mezclado con dulzura, pues quien las escribe no es sólo el sabio en su asiento de estudio, sino el amigo, el hermano, el compañero, el igual que habla a su igual, y habla con una cordialidad y dignidad que nunca flaquea.

Las cartas a sus padres, hermanas y hermanos, a sus hijas, a todos sus parientes y a sus más íntimos amigos están llenas de una inexpresable ternura. Hay abundancia de aquella propaganda anarquista verdadera y apropiada que busca explicar y hacer comprensibles las ideas libertarias a amigos de opinión contraria. Estas cartas no sólo están dirigidas a aquellos que creen, en quienes el sentimiento de solidaridad vibra fuerte, en ocasiones buscan corregir fraternalmente algún vicio mental, o verter su desdén sobre cierta equivocación, o conquistar algún error. Además, son más para aquellos en quienes el feroz desprecio castiga la mala fe y la opresión enemiga que en vano busca detener el curso de las ideas.

Desde el punto de vista científico, histórico y político, la “Correspondencia” tiene, además, una importancia notable. Gran parte del primer volumen, por ejemplo, se refiere a los viajes geográficos de Elisée Reclus en América.. .

Desde el punto de vista anarquista, los volúmenes segundo y tercero son de más interés; en ellos se oyen los ecos de la Primera Internacional, la Comuna de París, el primer movimiento anarquista, con Le Révolté y el juicio de Kropotkin en Lyon, el período terrorista y el bombardeo del Anarquismo (1892-1894), etc. Desde este período se establece con qué orgullosa dignidad Reclus pudo mantener su cabeza a lo largo de la insidiosa reacción enfocada sobre él, haciéndole suspender su curso de geografía en la Universidad Libre de Bruselas — él quien fundó la Université Nouvelle, aún en existencia.

Pero, no nos cansamos de repetirlo, el mayor valor de la “Correspondencia” de Elisée Reclus yace en su carácter educativo y moral... Aquellos que, leyendo detenidamente este volumen de cartas, no se sientan movidos, se puede decir que son capaces también de comprender y aprobar el anarquismo como una fría teoría, pero lo sienten como el ideal de la vida humana. Pues, sin el sentimiento moral, todas las verdades del anarquismo serían totalmente insuficientes y estériles.

[1] "Correspondencia" vol. III; Publicado por Alfred Coste, París, 1925.


Recuperado el 21 de agosto de 2015 desde rebeldealegre.blogspot.com
Publicado originalmente en Pensiero e Volontà, Roma, el 1° de septiembre de 1925. Traducido por @rebeldealegre.